Incertidumbre. Crispación. Desesperación. Temor, e incluso terror. Estos son los fantasmas de nuestro tiempo. Fantasmas que se han apoderado de las calles, que han acabado con nuestra tranquilidad, y que nos obligan a vivir entre rejas. Fantasmas que han hecho de la seguridad el mayor reclamo social, y un tema presente en casi toda conversación y en cada medio de comunicación, en donde se manifiesta el alto grado de insatisfacción de la gran mayoría de la población.

El problema en este ámbito, es que aún teniendo algún grado de éxito, manteniendo a salvo a las personas y sus propiedades, y preservando el orden y tranquilidad en las comunidades, no es suficiente para establecer un clima de satisfacción, ya que en seguridad, las personas no solo deben estar seguras, sino que deben sentirse seguras. Lo cual corresponde a una valoración subjetiva, que representa el primer reto para quienes se dedican a los servicios de seguridad: responder a las expectativas individuales y colectivas de la comunidad.

Cada cabeza es un mundo, dice el refrán, y esto es particularmente aplicable a la seguridad. Un mismo esfuerzo o logro en este rubro, será visto, valorado y percibido de diferente manera por cada persona. La razón de ello es que la inseguridad representa una amenaza que causa incertidumbre y miedo. Pero los temores y miedos se derivan de las características particulares de la personalidad de cada individuo, de tal suerte que la valoración dependerá de la medida en que el individuo sienta que sus temores y miedos se amplían o se reducen.

Asimismo existen otros aspectos que dificultan lograr el clima de satisfacción en materia de seguridad. Uno de ellos es la incertidumbre que se deriva del éxito en este ámbito, cuando NO ocurren los eventos indeseados, pues como no pasa nada, no se tiene la certeza de si ello es por la efectividad de las previsiones de seguridad, o bien porque en realidad no había tales riesgos. Un segundo aspecto es la tendencia de la gente común a desentenderse del tema diciendo no es mi problema, es de la policía, lo que es grave en virtud de que los riesgos y amenazas, en especial los intencionales, suelen ocurrir en ausencia de quienes pueden enfrentarlo, pero en presencia de quienes sufren sus consecuencias.

La seguridad es un asunto que involucra a TODOS los miembros de una comunidad, ya que se requiere de una colaboración estrecha entre todos sus integrantes para cerrar los espacios de oportunidad a cualquier riesgo o amenaza para la misma. No basta con la labor de los responsables de protegerla, ya sean institucionales como la policía, o particulares, como las empresas de seguridad privada, tal vez en ocasiones deficientes pero siempre insuficientes. Se requiere de la participación activa del ciudadano, pero como colaboración y no como subordinación, en especial a las instituciones. Porque a TODOS nos conviene y nos beneficia ya que la seguridad es esencial para el progreso de cualquier sociedad.