Proteger y salvaguardar la vida e integridad de las personas y sus propiedades, responsabilidad típica de la seguridad, no es una tarea fácil e incluso puede llegar a parecer algo imposible de llevar a cabo, en especial cuando aquello que se pretende proteger no sólo no colabora para tal propósito, sino que de alguna manera se convierte en la fuente de sus propios riesgos. Este es precisamente el problema de la seguridad en eventos masivos.
En términos generales un evento masivo contempla la permanencia de una multitud dentro un espacio confinado y por un tiempo limitado, con un propósito común que en ocasiones deriva en una alteración emocional, lo que a su vez propicia el abandono de los valores personales y la conciencia individual, por un comportamiento de alguna manera irracional. Donde estos eventos masivos comprenden una amplia gama de espectáculos desde deportivos, musicales, artísticos, hasta celebraciones particulares.
Por tal motivo los riesgos en un evento masivo no provienen únicamente de las deficiencias de las estructuras en donde se lleva a cabo para facilitar la permanencia o tráfico de las personas, sino también del comportamiento de la multitud presente, ya que, como lo establece el Modelo de Hienrich, sólo el factor humano es quien provoca los actos y condiciones de riesgos que derivan en accidentes, y que a su vez generan las lesiones a las personas y los daños a las propiedades.
En principio, las medidas y previsiones de seguridad en un evento masivo pretenden proteger a las personas presentes, así como preservar la integridad de las propiedades que son parte y/o se encuentran en el lugar del evento. Para tal propósito se debe contemplar e integrar dos ámbitos: los que se enfocan a evitar riesgos y que corresponden al campo de la seguridad física y protección civil, y los que se enfocan a evitar daños y que corresponden al campo de la seguridad funcional.
En este contexto, el aspecto de la seguridad física es al que tradicionalmente se la ha dado la mayor atención, ya que se la ha atribuido ser, no sin razón, la causa única y directa de algunas tragedias como las siguientes:
Pero los aspectos estructurales no son el único factor de riesgos para un evento masivo, ya que existen otros que contribuyen al mismo, en particular el comportamiento del factor humano, muestra de lo cual son incidentes como los siguientes:
La respuesta ante estos incidentes ha sido el desarrollo de normas para regular los aspectos estructurales de los inmuebles con el propósito de garantizar condiciones seguras para la permanencia de las personas, pero en especial para cuando se requiere evacuarlo en caso de una contingencia catastrófica (incendio, sismo, colapso estructural, etc.), con medidas como el retiro de vallas protectoras fijas y su sustitución por otras abatibles, así como directrices más estrictas para el diseño de los estadios.
Este enfoque de seguridad física se orienta a permitir que se realicen eventos masivos sólo en estructuras que proporcionen las facilidades adecuadas para su acceso (entrada y salida) y permanencia en condiciones tales que se exponga a un mínimo de daños, aún en el caso de alguna contingencia de seguridad. El problema es que la gran mayoría de las estructuras no ofrecen las condiciones ideales, ya sea por si antigüedad o porque en su diseño original no se contempló su uso como sede de eventos.
En este ámbito se presenta un problema práctico, y es que en ocasiones muy frecuentes los espectáculos se realizan en espacios no diseñados para tal propósito, con o sin permiso de las autoridades, y por ello no ofrecen las facilidades adecuadas para la permanencia y manejo de multitudes. Este es el caso de eventos que se celebran en patios de escuelas (festivales), áreas comunes de conjuntos residenciales (celebraciones vecinales), parques públicos e incluso en las calles (bailes de barrio y carnavales).
Ante ello se presentan dos opciones para la seguridad: adoptar una posición inflexible de o cumplen o no se hace, o buscar la manera de dar un mínimo razonable de medidas y previsiones de protección dentro de las facilidades disponibles. Sabiendo que en el primer caso es muy posible que el evento se lleve a cabo a pesar de los riesgos y las consecuencias legales, en ocasiones mediante prácticas de corrupción, mientras que en el segundo se fomenta y estimula el incumplimiento normativo.
Por otra parte, también se ha impulsado la aplicación de medidas y previsiones enfocadas a regular y controlar el comportamiento de las multitudes ante los crecientes fenómenos de vandalismo como los hooligans y los skinheads, mediante procedimientos de restricción más estrictos para el control de acceso (objetos peligrosos), para la permanencia dentro de los inmuebles (conductas de riesgo), y eventualmente para la evacuación de los asistentes en caso de contingencias dentro de los mismos.
Entre estas medidas y previsiones se destaca la aplicación de procedimientos más o menos exhaustivos de revisión de paquetes y personas, denegando el ingreso de aquellos objetos con los que se pudieran causar daños, la instalación de sistemas de video vigilancia sobre los asistentes, sistemas para la localización e identificación de alborotadores, y el despliegue de personal de seguridad especialmente capacitado para mantener una vigilancia minuciosa sobre la multitud.
Para lo cual se presenta otro tipo de problema, y se refiere a que no importa si la instalación cuenta o no con facilidades estructurales adecuadas para el manejo de multitudes, su comportamiento puede rebasar las previsiones y provocar una contingencia que cause lesiones a las personas y/o daños a las propiedades. Comportamiento que se puede derivar de lo que ocurre en el espectáculo, ya sea una decisión controversial en un partido, o incluso una franca incitación a la violencia por un artista.
Este escenario extremo es el que llega a exigir un esfuerzo que rebasa lo establecido en la ortodoxia de las técnicas y métodos para seguridad, de observar la multitud e ignorar el espectáculo, ya que no sólo se debe estar atento a la multitud, sino también a lo que ocurre en el espectáculo, a fin de anticipar los cambios de conducta que puedan derivar en situaciones de riesgo. Lo que requiere algún conocimiento sobre el propio espectáculo, su naturaleza y las condiciones de riesgo que pueden presentarse.
Un aspecto fundamental para estos propósitos, es entender el fenómeno de las multitudes en eventos masivos y su comportamiento, el cual se puede considerar como una manifestación de la teoría de la convergencia, esto es, que la multitud es un grupo que se junta con las mismas motivaciones y por ende con ciertas expectativas respecto a la causa por la que se juntan, de tal manera que ya está predispuesta para adoptar ciertos patrones de comportamiento asociados a tal causa.
Las multitudes no razonan ni actúan de la misma manera que como lo harían a nivel individual. Se escudan en el anonimato colectivo, abandonan la responsabilidad personal y se contagian de las emociones del grupo, el cual toma vida propia, acelerando las emociones y conduciendo a la gente a actos irracionales e incluso violentos. Efecto que se intensifica cuando alguna forma de líderes aceptados por la multitud, promueven y estimulan este comportamiento, como es el caso de porristas y artistas.
Por ello se plantea la conveniencia de que las medidas y previsiones de seguridad no se limiten a lo que puede hacer el personal dedicado a esta labor, sino que involucren en mayor o menor grado a todo el personal de servicio en el evento, tales como los taquilleros, los boleteros, los acomodadores y en particular los vendedores, ya que éstos operan con mayor proximidad a la multitud, de tal manera que les sería posible detectar con mayor facilidad posibles focos de conflicto.
Aunado a lo anterior, un conocimiento previo del espectáculo en sí puede proporcionar ventajas significativas para el personal de seguridad, ya que le permitiría anticipar las condiciones en que se puede disparar un comportamiento exacerbado de la multitud. Conocer los intereses en juego de un encuentro deportivo (un campeonato, un record, un orgullo deportivo), o las rutinas de un artista que confronta a la audiencia, daría la oportunidad de activar las previsiones, antes de que ocurran los riesgos.
En suma, para propósitos de brindar seguridad en eventos masivos es muy importante procurar que éstos se realicen en sitios con las facilidades estructurales y funcionales de norma, adecuadas para la protección de los asistentes. Pero no se debe perder de vista la posibilidad de que los eventos se realicen en condiciones de insuficiencia e incluso carencia de tales condiciones, de tal suerte que será necesario buscar y establecer previsiones plausibles con las facilidades disponibles.
Asimismo, que aún contando con las facilidades estructurales y funcionales pertinentes, el comportamiento de una multitud confinada fuera de control puede fácilmente rebasar las previsiones de tales facilidades, de tal manera que la mejor alternativa de contención es anticipar el surgimiento de conductas de riesgo, a través de una proyección previa de las posibles condiciones de riesgo, así como de una observación cercana de los sitios en que se ubique la mayor probabilidad de ocurrencia de tales condiciones.
Proporcionar seguridad a eventos masivos es una tarea compleja, que no puede reducirse a la simplicidad de exigir el cumplimiento de normas y/o aglutinar fuerza de masas para disuadir y contener a la multitud de un comportamiento desordenado. Soluciones de fuerza contra fuerza, en que alguien parece ganar pero al final todos pierden. Se requiere de algo más, se requiere de inteligencia y discernimiento, atributos de lo racional, que siempre han prevalecido sobre la fuerza bruta, condición típica de lo irracional.
Las multitudes en un evento masivo NO son un enemigo al que hay que someter, humillar o destruir, sino una forma de fuerza de la naturaleza, con visos de irracional, a la que hay que mantener bajo una atenta vigilancia, dejándola correr mientras se mantenga dentro de ciertos cauces, pero pendientes para activar las medidas pertinentes para contenerla y canalizarla antes de que se desborde y amenace con causar daños. Un fenómeno natural, tal vez irracional, al que hay que proteger, incluso de sí mismo.